Pero hoy, si me lo permiten, deseo expresarle algunas simples ideas acerca de una emisora que fue un orgullo para los cubanos, y que, obviamente, constituyó un ejemplo de verdadero servicio al pueblo. Personalmente, sentiría un gran placer en que los más jóvenes conozcan de estas simples pinceladas y, consecuentemente, continúen indagando sobre la emisora MIL DIEZ.
Al asegurar que fue un ejemplo, lo he dicho con mayor énfasis si tenemos en cuenta la época en que funcionaba, desafiando incluso con sus transmisiones, a las autoridades para denunciar los males de aquella mal llamada república que antecedió a la revolución cubana de 1959.
La MIL DIEZ surgió en el año 1943, y era conocida también como “Radio Popular”, adquirida mediante colecta pública, llevada a cabo por el Partido Unión Revolucionaria Comunista, el mismo que, más tarde, sería el Partido Socialista Popular, órgano que siempre estuvo consciente de la importancia de los medios de comunicación, del arte y la cultura como cobertura imprescindible de la ideología.
En el acto inaugural se decía: “construiremos una organización radial de verdad al servicio del pueblo, a favor de la mejor cultura y del más sano e instructivo recreo para nuestra masa”. Contaba con el lema “todo lo bueno al servicio de lo mejor: el pueblo”.
A diferencia de otras emisoras que utilizaban la música extranjera en su identificación, la MIL DIEZ lo hacía muy acertadamente con La Bayamesa. Creo también importante mencionarles a grandes figuras que participaban en su programación con un carácter fijo, para desarrollar temas de sindicalismo, economía e historia, me refiero, entre otros a Lázaro Peña, Blas Roca Calderío, Sergio Aguirre, Jacinto Torras y José Tabío.
El cuadro dramático estaba integrado por personas de la talla de Paco Alfonso, Oscar Luis López, Antonio Palacios, Raquel Revuelta, Violeta Casals, Agustín Campos, Ángel Toraño y Reinaldo Miravalles. En el trabajo de difusión musical hay que decir que muchos hicieron su debut en la emisora, y llegaron a ser destacados internacionalmente; tales son los casos de José Antonio Méndez, César Portillo de la Luz, Miguelito Valdés, Elena Burke, Zoila Galvez, Alba Marina y Pacho Alonso.
Vale la pena destacar algo curioso: el propio Benny Moré, luego de recorrer parte de La Habana en busca de abrirse espacio, es la MIL DIEZ quien le brinda tal posibilidad para estabilizar su brillante carrera. Y cuando me refiero a la difusión de la llamada música clásica, no debo dejar de mencionar obras de Esteban Salas, Manuel Saumell, Nicolás Ruíz Espadero, Ignacio Cervantes; pero también las liturgias religiosas yoruba, conga, bantú, lucumí y otras culturas africanas.
Varios fueron los militantes del Partido Socialista Popular que le brindaron colaboraciones, tales como Juan Marinello, Carlos Rafael Rodríguez, Nicolás Guillén, y Félix Pita Rodríguez. Por supuesto, semejante a la situación del periódico HOY, que publicaba contenidos en contra de los grandes intereses económicos y los múltiples desmanes que se cometían, así también sucedió con nuestra emisora marxista MIL DIEZ, que fue clausurada el 12 de marzo de 1948 por el gobierno de Ramón Grau San Martín, luego de haber transmitido una grabación del último discurso del asesinado líder azucarero Jesús Menéndez. La policía y bandas gansteriles la destruyeron totalmente.
Palabras de uno de los grandes de la radio, Oscar Luis López, pueden servir como fiel retrato de esta emisora que enorgullece al pueblo cubano. Decía: “la emisora del pueblo constituye un caso excepcional que merece un estudio especial en la historia de la cultura, de las luchas sociales y de las ideas políticas en nuestro país. Su espíritu, su bandera estético-ideológica, lo resume el tema musical central, ni más ni menos, que “La Bayamesa”
Ya ve usted. Hoy existe una emisora, entre otras, que se llama Radio Martí, al servicio de los intereses más oscuros y mezquinos. Pero ayer, como hoy, existen las que se le oponen con dignidad y decoro nacional, como es el caso de la MIL DIEZ. No todo es sombrío, siempre hay una luz que ilumina el camino por el que debe transitar el hombre honesto, empeñado en luchar por un mundo mejor. Así ha sido y es; unos, revueltos y sumisos, se ufanan hasta de su propia desvergüenza; mientras otros mueren por el bien de todos.